Note sus
pasos acercándose. Me paralicé. El miedo que sentí en ese momento no podía ser
normal. Era el ser que me atrapo en el agua, el ser que me escribió en el
espejo, ese era el ser de mis pesadillas y el que había exterminado a toda la
raza humana. No me podía creer aquello. Vi como su sombra se extendía en mi
espalda y notaba como respiraba. Eche a correr sin mirar a mis espaldas. Corrí pues,
verdaderamente, mi vida iba en ello.
Corrí varias calles hasta perder de vista el
parque. Cuando me di la vuelta para ver si había dejado ese parque a tras me
alegre, había corrido más que nunca y cuando me di media vuelta supe que estaba
a muchos metros de ahí. Pero al intentar volver a caminar me di cuenta de una
cosa: el parque estaba en frente de mí, otra vez. Esto era muy raro. Sabía que
no tenía escapatoria. Me fui a adentrar en el parque, al dar el primer paso
algo me empujo y quede, por unos segundos aturdido, cuando me recupere estaba
en mi casa. Acababa de entrar por la puerta de mi casa.
Todo estaba tal cual lo
deje. El silencio predominaba, reinaba el silencio más absoluto. Ni hablar quería,
pues ese silencio era digno de conservar. Oí un ruido en el piso de arriba,
cuando mire hacia las escaleras mí una sombra pasando de un lado a otro, casi
sin tiempo para poder verla, por el pasillo del piso de arriba. Ya no tenía
miedo a ese ser. Me quería enfrentar a él. Quise subir las escaleras. Casi llegando
a la mitad, vi por el rabillo del ojo que acababa de entrar al salón, que
estaba a la derecha de la entrada. Baje corriendo y cuando entre en la sala
estaba empezando a sonar una sonata de Beethoven. Ese ser es un aficionado a
mis discos. La Sonata para piano n. º14, “Claro de Luna”. Vi su sombra en mi cocina y corriendo fui
hasta ella. Y solo estaba la carta, envuelta con un lazo amarillo. Al abrir la
carta, ¡Oh que estupor! Otro poema:
Beethoven
sonando con su grandeza
Ondean
sus notas en el aire
Rodeándonos
con su belleza.
Juega
con esas notas superfluas
Ambicionando
más riqueza.
Esa
historia me recuerda
A
una fábula muy común
Con
un rey muy avaro
Casi
tanto como tú.
Ahora
deseas amigos
Ahora
me deseas ver
Pero
como a este rey
Por
todo querer
Y
por ello poco hacer,
Que
Baco a ti te de
Su
mismo poder.
¿Cuál
fue mi reacción? Reírme. “vente aquí, no
seas cobarde”, le decía mientras más me reía. Corriendo subí las escaleras
hasta llegar a mi cuarto. Una vez allí “sal aquí, cobarde. Si es verdad que tanto
poder tengo ahora y todo en oro lo convierto. Sal y te hare a ti de oro. Así valdrás
más de lo que vales ahora, ser inmundo.” En mi mesa de noche había un libro al
que le tenía mucho cariño, de H.P. Lovecraft, “El Necronomicón”. Me vi ese
libro abierto por una página y subrayado un nombre: Cthulu y sobre mi almohada
un busto suyo. A él si le tenía miedo por su poder en los libros. Si lo escrito
se hiciera real todo el mundo sería una locura. Los ojos del busto comenzaron a
teñirse de rojo y seguido un tono amarillo intenso y del salió un chirrido muy
estrepito. Me asuste bastante. Y corrí pasillo hasta llegar a las escaleras
cuando las fui a bajar le vi. Vi a ese ser de espaldas a mí, justo al final de
las escaleras. Me agarre del pasamanos para bajar y cuando lo toque, pensando
que de oro se haría, no fue así, simplemente se hizo polvo. Se deshizo en mis
manos. Pensé: “este es su final, lo tocare y así acabare con todo mi mal”. Ese ser
tenía una gran túnica negra cubriéndole desde la cabeza a los pies. Oí un
ruido, antes de llegar a bajar todas las escaleras me di media vuelta y me vi
la estatua de Cthulu mucho más grande y lo peor. Estaba viva. Se intentó
abalanzar sobre mi yo para protegerme lo intente agarrar y quedo petrificado en
el aire. ¿Un demonio es indestructible incluso contra la fuerza de un dios?
Estaba asustado y a la vez algo cabreado pues
pensaba que ese ser ya no estaría ahí. Baje los últimos escalones y levante mi
mano hacia ese ser. Antes de tocarlo giro de golpe. Me asuste, quede atónito
ante su rostro. Caí en las escaleras de golpe. Ese ser se abalanzo sobre mí y
quedamos cara con cara. Ese ser, tenía mi cara. Era yo. Pero yo sabía que ese
no era su verdadero rostro. Yo sabía que eso era una macara. Lo quería matar,
por ello le agarre con mi mano derecho su mano izquierda y se le transformó en
polvo al instante. Pero, no supe que hacer. Un fuerte dolor me dio en mi mano
izquierda, cuando me la mire estaba convirtiéndose en polvo también. Ese ser me
cogió la mano que aun tenia y se la llevó hasta una pierna. Y así el perdería esa
pierna, pero yo también. Por ultimo empezó a acercarse la mano a su rostro… mi
rostro. Con todas mis fuerzas, las pocas que ya me quedaban, intente apartar mi
mano. Pero ya era tarde. Mis dedos ya habían tocado sus mejillas y ya notaba
como su piel se secaba hasta hacerse añicos y con ella, mi cara también.