viernes, 2 de mayo de 2014

LAS CARTAS SIN REMITENTES. 5

Quia pulvis es et in pulverem reverteris  (Génesis 3, 19)

     No quedaba nada para desaparecer, ya no sentía nada, ni un solo musculo. Casi no podía ver, estaba todo borroso. Estaba cayendo en un sueño eterno del que no regresaría. En ese momento, segundos antes de desaparecer, vi como la estatua petrificada de Cthulhu era absorbida por una gran sombra y fue lo último que vi.

     Abrí los ojos. Estaba cogido por los brazos sobrevolando un lugar en el que la luz del sol no llegaba. Algo confuso pude ver caminando unas criaturas que me sonaban. “Imposible” dije mientras los observaba mejor y así era:
Enormes y resbaladizos seres de color gris blanquecino que podían expandirse y contraerse a voluntad, habían Brown Jenkin e incluso Shoggoth, que eran seres cúmulo informe de burbujas protoplasmáticas, ligeramente auto-luminoso, y con miríadas de ojos temporales de formación. No podía creérmelo, cuando mire a los seres que me llevaban en volandas eran Cazadores Espectrales, más conocidos como Psicopompos. A mi alrededor una bandada de  cuervos. Grité “¿Dónde estoy? ¿A dónde me llevan?” a esto los cuervos me gritaban: “Nunca más”. En ese momento lo comprendí todo; había entrado en mis libros y lo peor de todo: eran de Allan Poe y Lovecraft.

     Poco tiempo más tarde los Psicopompos empezaron a descender hasta llegar a la tierra. Cuando ya estábamos en el suelo, me soltaron y se desvanecieron, dejándome solo en una llanura desértica. Mire a mi alrededor y oí a mi espalda un rugido, me gire y le vi. Era la estatua hecha carne de Cthulhu que me miraba con los ojos ensangrentados. “¿Qué quieres de mí?” le grité, levanto el brazo y señalo a una silla que había a mi espalda, en la cual me senté. Me había leído mucho de Lovecraft y sabía el poder de Cthulhu. Una vez sentado note algo en mi cuerpo. Una presión que me prohibía moverme. La silla empezó a andar, se movía lentamente al frente, aumentando poco a poco la velocidad hasta que casi no veía lo que había a mi alrededor. Al fondo vi un gran acantilado al cual me dirigía sin posibilidad de salvarme. Intente saltar de la silla pero al darme cuenta ya estaba cayendo. “adiós” dije, “este es mi fin” me comente a mí mismo. No veía el suelo puesto que la oscuridad reinaba. Cerré los ojos y caí.

Sentí un gran golpe de aire en mi pecho y abrí de golpe los ojos. Estaba en una habitación blanca, muy blanca e iluminada. No parecía una habitación normal. No había absolutamente nada. “¿Dónde estoy?” pregunté y fue entonces cuando:

¿Cuéntame, te ha gustado
Este viaje tan inesperado?
Yo sé que sí. A ti sé que sí.
Sé que el viaje te ha encantado.

“¡No!” grité. Estaba muy alterado, ese ser jugaba conmigo, con mi mente. O por lo menos lo que de ella quedaba.

¿No te ha gustado el juego
Que amablemente he preparado,
En el que tanto de mi he puesto
Y el que tanto me ha costado?

Seré amable, te daré otra opción
Que será dar media vuelta.
Y sobre esa buena mesa
Coger un sobre de los dos.

     Me di buena y vi dos sobres en una mesa la cual acababa de aparecer de la nada, una de las cartas tenía un lazo negro y la otra tenía una naranja. El negro me daba malas sensaciones por lo que cogí el naranja y en ese momento tanto la mesa como la otra carta desaparecieron. Abrí la carta:

Naranja, muy bonito color
Podría serlo más que el negro
O eso es mi buena opinión.
Lástima que eso no sea
Tan bueno como debería ser
Pues si con el caluroso fuego
El color se llegara a asociar,
Creo que le deberías temer.

Me aterre. En ese momento note un gran sueño, al cerrar los ojos note que algo cambiaba a mi alrededor. Al abrir los ojos me alegre y a la vez me abatí. Estaba en las escaleras tirado, justo como me había quedado. Pero a diferencia de antes, todo estaba completamente ordenado, limpio. Solo un detalle, vi un poco de humo en la sala y lentamente se extendía por toda la casa. Cuando quise entrar en la sala las llamas me lo prohibieron. Intente salir de mi casa, pero la puerta estaba cerrada, ni el picaporte se movía. Todas las ventanas estaban selladas con las maderas caídas del techo, y el humo me impedía seguir en ese piso. Corrí escaleras arriba y cuanto más corría más rápido subían las llamas. Corrí a mi habitación, con la esperanza de que la ventana que tenía estuviera descubierta. Y así fue, además todos mis libros estaban tirados en el suelo, todos los libros a los que viaje. Lo que más me sorprendió fue que mi habitación no tenía ni rastro de fuego, ni el humo que predominaba más que el aire. Cuando fui a abrir la ventana un escalofrió me recorrió todo el cuerpo me gire y vi una sombra que proyectaba un ser gracias a las llamas que quemaban mi casa. Ese engendro era peor que cualquier otro que en la última semana me ha “visitado”, no era el ser encapuchado que me perseguía. Esa sombra emanaba frio, miedo, el mayor de los terrores. Desprendía algo que era imposible de definir con palabras.

Cuando ese engendro estaba a menos de medio metro me entro el pánico y cerré mi puerta de un portazo. Vi por la ranura de la puerta a ese ser, estático, delante de la puerta. Algo a mi espalda me llamo. El ser que me seguía en el pasillo empezó a mover el picaporte. A mis espaldas algo empezó a llamarme. Cuanto más miedo tenía más poder notaba que el engendro tenía. Cada vez me llamaban más fuertemente en el susurro. Era el grito del silencio. Me di media vuelta y quede estupefacto. Era él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario